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sábado, 10 de octubre de 2015

La muerte de Dios

Cuando menos lo pensaba ocurrió ¿Quién hubiera podido esperar algo así siquiera? Yo sólo creía en ello puesto que tenía la certeza de que era una realidad. Para mí lo era, y lo será hasta que el indescriptible vacío decida tomar lo que queda de mí.

¿Quién soy yo? ¿Qué soy yo? Yo soy, soy el ser, la esencia y la sustancia. Soy el Origen y el Producto, la Causa y su lógica Consecución, lo visible y lo invisible. Soy el Alfa y el Omega, el Inicio y el Desenlace. Soy lo que algunos llamarían Dios.

Es curioso como se han dado las cosas. Si comparáramos el mundo en el que ustedes habitan con mi ser, éste sería apenas como un átomo de los que están compuestas mis células. Sin embargo yo nací carente de conciencia, poderme percatar de mi propia existencia un tiempo individual sumamente amplio, casi tanto como el poder darme cuenta de la magnitud de mi ser.

En un primer instante pensé que era yo el único. Alguien que habitaba en el absoluto vacío, en la nada. ¿Me sentía sólo? No puesto que el sentirme así hubiera implicado un previo contacto con otro. La soledad era todo lo para mí había, hasta que me di cuenta de que no estaba realmente solo.

En algún momento logré percibir que dentro de mi había cosas extraordinarias. Nunca habría sido capaz de imaginar los universos que existían dentro de mí hasta que puse atención en como distintas partes de mi se destruían y reconstituían. No se cuanto tiempo me tomó el notar esto, de hecho este propio concepto es un tanto vago. Finalmente noté lo que ocurría dentro de mí: primero un sublime espectáculo de luz y oscuridad, después pequeños objetos esféricos que se movían entre grandes masas lumínicas. Varios de estos objetos estaban vacíos, otros brillaban, en otros conocí estados materiales como el viento, los líquidos, cosas que eran como fuego y los objetos sólidos,noté sus similitudes con elementos aparentemente aislados en el vacío. Todas éstas cosas constituían una sola de mis células.

En mis observaciones aprendí que era la quietud y el movimiento, la materia y el vacío, miré todo lo que existía a gran escala en la unidad más pequeña de mí mismo. Finalmente encontré la vida.

En una de las esferas logré ver pequeñas cosas que parecían interactuar entre sí. Se alimentaban unos de otros, se reproducían a través de una especie de contacto entre ellos, y al final se derrumban en el suelo, para no levantarse otra vez, así morían. Al morir, aquello de lo que estaban hechos se volvía parte del mundo que los rodeaba. Varias de estas cosas al parecer eran poseían conciencia, siendo por tanto inteligentes, y capaces de percibir su propia existencia. Así conocí a los seres vivos y a la muerte.

Cuando vi esto, pensé en buscar la forma de comunicarme con ellos, pero carecía de algún lenguaje, nunca lo había requerido. En suma a lo anterior, hallaba imposible lograr darles a entender mis ideas. Decidí seguirlos observando, quizá así aprendería lo suficiente para lograr mi cometido.

Observé cómo en una de estas partículas nacían distintos mundos,  como sus habitantes caminaban, nadaban y volaban. Vi como las civilizaciones crecían hasta destruirse a sí mismas. Los eventos ocurridos en cada uno de mis átomos creaban otros átomos exactamente iguales. Toda acción individual o general afectaba no sólo al mundo donde se daba, sino además creaba uno o varios universos distintos, o los desintegraba. Todo esto ocurría en cada una de mis células.

La vigilancia que dediqué a las mínimas unidades de mi ser, y a sus habitantes, duró incontables eternidades. Vida y muerte, perpetuidad y cambio. Conocimientos que me brindaron una idea de la magnitud de mi ser.
No fui jamás Creador ni Destructor, no de forma intencional.


***


Yo era la eternidad, una totalidad, una infinita serie de infinitos. Creía ser todo lo que existía, y cuando descubrí que no era así, pensé que todo lo que había residía en mí. Volví a equivocarme, de forma fatal.

Siendo el único ser libre, quise dar libertad a otros, más no sabia como. Deseé ser reconocido, admitido, y que se conociera mi existencia. Miles de criaturas habían adorado deidades de sus mundos, pensé que esta era una forma en que intentaban comprenderme, pero estaban inmensamente lejos de la verdad, alejados de mí.

En alguna ocasión, unos animales de una cierta partícula se extendieron tanto en poder y desarrollo, que encontraron el final de su universo. Tal evento me impresionó e interesó, quería saber que estaba a punto de pasar. Murieron. Todos y cada uno desaparecieron en un inmenso abismo que empezó a devorar cosmos sin parar, extendiéndose por gran parte de mí. Esa era la Nada, la máxima necrópolis, el fin absoluto.

Detuve su avance a tiempo, antes de ser consumido. Por primera vez conocí el miedo. Sentí lo que era poder desaparecer. Dividí entonces fracciones de mí, tratando de acumular en ellas la mayor cantidad posible de moléculas en las que habitaran especies con semejantes capacidades, con el fin de que si volvía a pasar algo así, no se extendiera completamente por mi ser, y que todos estos mundos se desvanecieran en durante dicho evento.

Asimismo, no únicamente las expansiones extremas de las especies vivas podían afectarme. En algunos mundos nacieron monstruosidades que se expandían como lo que ustedes conocen como el cáncer. La solución fue la misma.

Mi forma en conjunto puede decirse que era como un enorme cuerpo sin forma específica, formado por miles de millones de figuras semiesféricas, flotando sobre un vacío infinito: la totalidad y la nada. Digamos que estaba solo en este sitio, aunque dentro de mí habitaba todo cuanto existía ¿Cómo fue que comencé a morir? Aún no lo sé, y parece que moriré con la duda. Me gusta creer que soy como uno de los mundos que me conforman, siendo parte de algo aún más grande, o de algo más pequeño, como una de esas esferas que brillan en el interior de mis partículas, o como una porción de algún ser vivo en algún mundo, de su cuerpo o de su alma.

En todo caso, llegó un momento en que cada uno de los mundos que me conformaban empezaron a separarse, poco a poco.

La desintegración de mi ser era preocupante, aterradora. Aunque no fue nada comparada con la expansión de un cierto algo dentro de mí. No era como aquellas monstruosidades cancerígenas, ni como la consecuencia inmediata de la expansión extrema de una especie, aunque crecía de forma muy similar a estas. Además, su existencia parecía acelerar los procesos de desaparición consecuencia de los otros dos fenómenos. Ante la falta de nombre que poseía ese algo, lo llamaré el vacío.

Mi terror se hacía cada vez más grande al ver como se desmoronaban distintas estructuras de mi ser, casi por completo. Entonces intenté aparecer en los mundos que poseían civilizaciones que habían crecido casi hasta llegar al final de sus mundos, para advertirles lo que pasaba, que detuvieran su avance o que ayudaran a buscar una solución al problema. Desafortunadamente, tuve éxito.

En el momento en que traté de advertir a los que en mí habitaban, de lo que ocurría en los últimos confines de mi ser, noté que seguía siendo demasiado grande para ellos y seguía sin comprender la clave, o el código, con el cual poder comunicar mi mensaje. Los observé durante muchas generaciones de vidas de estas criaturas, para aprender su lenguaje. Mientras tanto, seguía desintegrándome, y lo que había hecho al reducir mi conciencia a la escala más pequeña posible, había provocado que creciera el vacío.

Cuando al fin logré comunicarme con los seres vivos, en todos sus distintos lenguajes, noté que su miedo fue grande. Ninguno de ellos estaba preparado para algo semejante, y ninguno hizo caso a mi advertencia. Muchos de ellos huían despavoridos y enloquecían, gritando incoherencias, rezando, matándose entre sí, incluso suicidándose. Algunos trataron de mantener el orden, pero el frenesí generado por mi mensaje fue mayor que cualquier intento por calmar a la gente. Sólo unos pocos escucharon con paciencia y serenidad, varios de estos se retiraron a lugares solitarios para poner mayor atención. Estos oyeron lo que tenía que decirles, mas no fueron capaces de dar una posible solución. Sin embargo, agradecieron el aviso, asegurando que estaban listos para el final. Esto sucedió en una infinidad de mundos, con una infinidad de seres.

Al momento de volver a la totalidad de mi ser, me encontré con que gran parte de esta pertenecía ahora a la nada. Todo esfuerzo por mi parte fue inútil, mi final, el final de todo cuanto existía era inminente. Es inminente.


***


La mayor parte de mi ha desaparecido, moriré, y no lo puedo evitar. El Vacío está por terminar de asimilarme. La bruma que me rodeaba se despeja. Una poderosa luz me envuelve.

En mis horas finales, veo a otros como yo, millones de millones de ellos. Unos viven y otros desaparecen al igual que yo. Una infinidad de totalidades con una infinidad de vacíos, como esferas apiladas de una en una por orden de color, entre cada uno hay una ausencia de luz. El todo y la nada son sólo parte del Todo absoluto ¿Viviré o moriré? ¿Será este mi final? Ni siquiera yo sé que pasará ahora.

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